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Elí­as Uner y su mayor premio, la admiración de su hijo: "Mi papá es mi ídolo"

Elías Uner es un ejemplo del deporte.

El paranaense tiene 49 años y se mantiene entre los mejores runners del mundo.

Se le llenan los ojos de lágrimas cuando en el living de El Pelotazo, su hijo Ismael, que ha empezado a seguir sus pasos, dice con seguridad una frase que le baja las defensas más que una maratón extensa: “Mi papá es mi ídolo”.

"La verdad, veo su reciente camino recorrido y me emociona que se transforme en valores y vivencias, porque eso va más allá de lo deportivo”, reflexiona Uner padre, quien en la extensa charla junto a su hijo durante el programa, dejó bien en claro el concepto de competencia a partir de los 16 años, apuntando a un deporte formativo que los deportes más populares van perdiendo cada vez más por el afán solamente de ganar.

"No tiene ningún sentido que un atleta comience a competir antes de los 16 años", definió, ya que así se apuesta a que los chicos puedan disfrutar y que el deporte que haga no sea una presión impuesta. “Además, pensando en su futuro, les da herramientas de vida sana. Es triste pensar que este concepto no se aplica a otro deporte y la exigencia temprana termina siendo, muchas veces, contraproducente”, expresó.

Comienzos

No todo fue correr para Elías, que en total participó en más de 1.100 competencias nacionales e internacionales –sin reparar en el escalofriante detalle que ganó casi el 50 por ciento de ellas-. Sus comienzos fueron en el básquet, dentro del Centro Juventud Sionista, pero además practicó judo. De hecho, una cuestión muy curiosa en esta disciplina, sería, a la postre, determinante para su camino de atleta. En una competencia de arte marcial, mientras perdía un encuentro por una toma que lo tenía acostado sobre el judogui (la lona), observó chicos corriendo, haciendo atletismo. Esa imagen le despertó curiosidad y hacia allá fue su futuro, lo que le permitiría años más tarde recorrer el mundo, participando de las maratones de Río de Janeiro y Cancún y en las dos mecas de esta actividad: Nueva York y Londres.

Con sus ídolos en la Elite

En la maratón de 42k de Nueva York, Elías logró quedar como el mejor argentino entre un total de 400; pero no sólo eso, fue 49° en la general, es decir, entre los mejores 50 del mundo de una competencia que reúne a 26.000 competidores.

El dato de color surge en una pintoresca anécdota que recordó en la entrevista: "El precalentamiento tiene una particularidad: los corredores, a medida que entran en calor, van dejando sus prendas. Entonces yo las iba agarrando y me las ponía -recordó entre risas el atleta-. Es que eran mis ídolos, a los que obviamente les pedí fotos. Yo tenía sus pósters en la pared y ahora estaba compitiendo junto a ellos. El sufrimiento vino después, porque a medida que empecé a entrar en calor yo tuve que desprenderme de todo también (risas)".

Uner mencionó que en esa megamaratón largó en el pelotón de arranque merced a la marca con la cual había llegado a la competencia: esta es una ventaja considerable porque se va a un ritmo más rápido (“desde atrás es imposible alcanzar al pelotón de salida”).

En cuanto a Londres, otra de las maratones de Elite a nivel mundial, allí Elías logró un tremendo 7° lugar en la General y el 1° en su categoría Master 40. "Fue un evento que me abrió la cabeza y me dejó muchísima experiencia", recordó.

Consejero

En su rama de apasionado por el atletismo, Uner fue uno de los que impulsó al atleta entrerriano Julián Molina en su actividad, quien este año buscará la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 tras lo que fue su enorme aparición nacional al ganar la prueba de Buenos Aires luego de tener que vender empanadas para poder lograr juntar el dinero necesario para preparase y competir.

"Julian Molina es como mi hijo", referenció Uner sobre el joven maratonista, a quien en una oportunidad le dijo: "Tenés todas las condiciones, pero las marcas están en tus piernas y necesitas plasmarlo en tu entorno".

“Julián Molina es el mejor de todos, tiene un volumen de oxígeno dos máximo, es decir la capacidad que tiene el atleta para realizar una competencia en velocidad o resistencia de manera de elite”, agregó.

El profesionalismo muchas veces en nuestro país es complicado para un atleta de un deporte que no es comercial. "Sólo una pequeña porción vive exclusivamente de esto, ni siquiera siendo el número 1 alcanza a veces", indicó, al tiempo que aconsejó la importancia de continuar estudios o tener un trabajo paralelo al de corredor, ya que es muy difícil vivir sólo de este deporte. "No es lo mismo un futbolista que muchas veces puede vivir de esto. Un runner, si no es por un sponsor, no puede sobrellevar si quiera sus gastos de competencia".

El heredero

Ismael, de 14 años, sigue los pasos de su papá. Se dedica desde chico al running: "Lo veía a mi viejo y a sus amigos y la verdad me contagiaban mucho. Me fue gustando sin que me diera cuenta", mencionó el joven sobre su pasión por correr. Y enseguida, consultado sobre lo que significa su padre en su vida, le regaló a Elías la mejor medalla que podrían haberle colgado en el pecho: "Mi papá es mi ídolo. Es más que un papá, porque es muy bueno conmigo y siempre está para darme un consejo y apoyarme".

Emocionado por las palabras de su hijo, el reconocido atleta resaltó que "está bueno disfrutar de estos momentos, transmitir la experiencia y comunicar que se pueda disfrutar de correr. Con el grupo que entrenamos fomentamos alcanzar un nivel y no generamos la competencia”.

Si bien el running es un deporte netamente individual, se está volviendo algo grupal con la idea de poder compartir un momento y generar un vínculo más allá de lo competitivo del deporte. En ese sentido, Uner opina que "salir a correr es una expresión corporal, es como un baile, y a través de eso se genera un bienestar para nuestro cuerpo con el sólo hecho de correr”.

Por último, y pensando en su edad, Elías fue contundente con su mensaje: "No pienso en retirarme, yo voy por la vigencia. Deseo continuar entrenando y trasmitiendo experiencia”, indicó, evidenciando un modelo de pensamiento que indefectiblemente contagia a las futuras generaciones.

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