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La historia de "Tato" Céparo, el goleador cerritense

Debut prematuro a puro gol en Paraná Campaña. Inferiores, Reserva y 1ra. en Rosario Central. Una lesión que cambió todo. La anécdota emotiva con Leo Madelón. Su amor eterno por el fútbol.

Rolando Céparo mantiene viva la llama del futbolista. Fueron dos décadas de vestir las camisetas de Rosario Central, en inferiores y en primera, en Paraná Campaña y en equipos santafesinos y bonaerenses. El fútbol sigue siendo el momento para encontrarse con amigos en el equipo de veterano de Cerrito.

“Pese a estar un poco roto juego igual, con el corazón. Siempre digo que cuando uno está adentro de una cancha es feliz, aunque sea caminando. A mi edad espero los fines de semana para despuntar el vicio. El fútbol es muy difícil de dejar y entiendo cuando por ejemplo ruggeri dice que no es exjugador, porque uno nunca deja de ser jugador”, reconoció el actual entrenador de Sarmiento de Hasenkamp.

Tras colgar los botines luego de 20 años de carrera, Céparo emprendió su etapa laboral en varios lugares y siguió ligado al fútbol bajo el rol de entrenador. “Siento que ser entrenador, ni menos en Paraná Campaña, no es para salvarse, simplemente es para seguir ligado ya que es algo que además lo hago por pasión. Dirigí en Litoral de María Grande, Arsenal de Viale, Tuyango, además de Sarmiento, donde el auto se desgasta y no sacas ni para las cubiertas”, sostuvo.

LLEGADA AL PROFESIONALISMO

Tato cumplió el sueño del pibe. Desde Pueblo Moreno, su localidad natal cerca de Cerrito, se formó como deportista y con 15 años comenzaron a llegar las posibilidades de seguir en la carrera futbolística. “Fue un desarraigo muy importante”, contó.

Tras ser goleador del Paraná Campaña con Unión Agrarios de Cerrito le ofrecieron probar suerte en San Lorenzo, pero por decisión de su madre y su corta edad, no lo pudo hacer. “Osvaldo Diez me quiso llevar y un día me dijo que tenía que viajar en ese momento y ya me tenía que quedar a vivir ahí. Y mi vieja dijo que no porque quería que termine el secundario”, recordó.

Después llegó la oportunidad de probar suerte en Rosario Central. “Me llevó Norberto Herling por intermedio del Patón Bauza que lo fuimos a buscar a la casa y nos llevó a la ciudad deportiva para presentarme. Ahí estuvimos cuatro chicos de la provincia, quedé yo y el Flaco José Chamot. En la primera práctica hice 3 goles, volvimos a la otra semana y me acuerdo que Coco Pascuttini me dice ‘Céparo vení, vamos a la otra cancha vas a jugar con los jugadores locales’, me fue bien y al tiempo me enteré que al lado mio estaba Juan Antonio Pizzi y el chaqueño Pedro Uliambre”, contó Rolando.

Su vida dio un cambio rotundo. De convivir con su familia, padres y seis hermanos, pasó a vivir en una pensión con otros jugadores. Fueron momentos difíciles que hasta lo llevaron al punto de querer dejar todo y volverse a Cerrito.

“Al tercer día ya no aguantaba más, hasta llegué a darle la llave de mi cuarto a la dueña de la pensión. Los entrenamientos nada que ver porque eran en doble turno y en Cerrito era solo de noche, con los amigos, jugando divirtiéndonos un rato a estar entrenando por 4 o 5 horas donde nos reventaban, más en pretemporada”, contó el ex atacante.

Sin embargo, la charla con su entrenador le cambió la perspectiva y siguió. “Una noche justo estábamos por cenar y cayó Pascuttini, que era raro que vaya a la pensión y me llama para hablar. Estuvimos charlando por 2 largas horas, me convenció y me desafió me dijo algo duro donde yo reaccioné pero me dijo aférrate a los más grandes que ellos también pasaron por eso. Y así fue y con el chaqueño Uliambre formé una gran amistad que hasta hoy mantengo”, sostuvo.

Fueron 6 años de su vida, y de su etapa como futbolista, que lo marcaron. Fueron 3 años de profesional con contrato y los tres anteriores como amateur en las categorías formativas del canalla.

“Siempre recuerdo la anécdota cuando tuve la primera renovación de mi contrato, fue el día de mi cumpleaños y yo estaba entre los suplentes de primera para enfrentar a Deportivo Español. Éramos 30 jugadores profesionales entre primera y reserva y me acuerdo que en la charla previa Solari dice ‘Muchachos les va a llegar un telegrama para la renovación a todos menos a uno. Yo dije acá sonamos y dijo al único que no le iba a llegar era a Gustavo Onaindia porque pertenecía a Talleres de Córdoba. Ahí ya me relajé”, recordó.

Ya la segunda etapa fue distinta y una lesión lo marcó. “Me lesioné en un partido antes de River. Ya estaba sentido y en la práctica de fútbol con el Cai Aimar como DT me dolía y no me lo hice ver. En el entrenamiento del viernes caigo con la pierna y al aflojar siento un ruido. Ahí me rompí”, manifestó.

De ahí es que aprendió una lección y trata de inculcarla a sus dirigidos. “Por no parar 15 días y tratarme tuve que estar afuera un tiempo”.

“Era otra época. Me operaron, estuve 6 meses sin hacer nada, en ese interín me dan a préstamo a Everton de Viña del Mar (Chile), volví a los 3 meses pero cuando vuelvo estaba Vicente Cantatore de DT y prácticamente no me vio jugar. Se me venció el contrato y quedé libre”, recordó.

“La carrera del futbolista es corta, salvo los pocos más de 40 años que han continuado. Uno siempre apunta a sustentarse y a hacer una diferencia. Lamentablemente yo me quedé a mitad de camino por una lesión en la rodilla”.

EL APOYO DE LOS MAYORES

Tal como se lo recomendaron cuando quiso dejar todo y volver a su casa, Tato formó relaciones con los más experimentados del plantel. “Madelón (Carol) y el Pampa Gambier (Miguel Ángel) me pasaban a buscar para ir a entrenar, se turnaban”.

“Volvíamos de entrenar a las 12, nos teníamos que cocinar y descansar algo para volver a las 15 había veces que no comía entonces empecé a bajar de peso. Madelón me preguntó si estaba comiendo, porque se dió cuenta, y le explique que por ahí solo nos hacíamos un arroz”, recordó el cerritense.

“Después de eso me dijo que iba a ir a su casa a comer bien, y yo medio que no quería. Pasaron unos días y cuando estábamos volviendo a mi departamento siguió de largo y terminamos en el suyo. Cuando abrió la puerta vi que en la mesa de su casa había cinco platos, uno para su señora, uno para él, otros para sus hijas y uno para mí. Así fue durante un mes hasta que le agradecí por lo que hizo y no fui más. Fue un gran gesto el que tuvo”, contó.

UN CAMINO CON ACOMPAÑAMIENTO Y MUCHO APRENDIZAJE

La infancia y los primeros pasos en el fútbol estuvieron marcados por el apoyo incondicional de su familia que lo acompañó continuamente. “Me fui de chico y mis hermanos siempre estuvieron presentes. El segundo contrato con Central lo fui a pelear yo con uno de mis hermanos. Ellos siempre estuvieron”, sostuvo.

“Uno de ellos trabajaba en un molino que le pagaban por quincena y el 70 por ciento me lo daba a mi y eso lo repitió durante 3 años. Es algo muy lindo que no olvido y es parte de la unión que inculcó mi viejo”, destacó.

Ya de adolescente se puso de novio con su actual esposa. “Desde los 15 años que compartimos muchas cosas. Siempre estuvo a mi lado. Terminó la escuela y se fue a estudiar a Rosario, se recibió de fonoaudiologa, se volvió a Cerrito y después nacieron nuestra hijas que son la luz de mis ojos. Vivo para ellas”, señaló Tato.

Asimismo, Céparo reconoció que su infancia fue de las más felices, sobre todo cuando se pasaba el día jugando a la pelota. “Salíamos a las 2 de la tarde y volvíamos a la noche tarde. Si me dan a elegir elijo la misma vida que tuve, con pequeños cambios que sería cuidarme mejor cuando tenga lesiones”, dijo.

“En ese momento que tuve la lesión y me pasaron todas esas cosas dije por algo será. Dios me trajo así y lo único que quiero es recomponerme, tratar de hacer las cosas lo mejor posible y no darme por vencido”, manifestó.

Y remarcó: “Si te das por vencido no vale de nada el sacrificio que hiciste. Sacrificio de dejar muchas cosas de lado como eventos sociales y demás. Prácticamente viví una adolescencia a mi manera como acostarme temprano para al otro día ir a jugar”.

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