Mario Garay, símbolo de Racing y Paraná en los 80/90

Infancia dura en barrio Consejo. Vivió dos años en la calle. Los consejos del fútbol que lo salvaron. La oportunidad desperdiciada en el profesionalismo. Racing y El Decano, sus camisetas. La historia del "Mosquito".

Se inició en Racing, el club del barrio de su infancia y desarrolló gran parte de su carrera en Atlético Paraná. Pudo estar en el profesionalismo pero reconoció que no aprovechó las oportunidades. Gracias al fútbol pudo conseguir sus objetivos, las lesiones de tantos años hoy no le permiten disfrutar adentro de una cancha pero sueña con volver a hacerlo los fines de semanas con el grupo de veteranos.

“Mi vida siempre pasó por el campito. Jugar en un club era la mayor satisfacción de cada uno, si uno quiere trascender tiene que jugar en la liga por eso no era lo mismo”, reconoció. La infancia la vivió en el barrio 1° de Julio de la ciudad de Paraná. “Mi zona es la del club Racing, Don Bosco. Hasta los 11 años fue una infancia hermosa, vivía con mi abuela y mi tío y después me fui a vivir con mi padre que vivía con su pareja, que no era mi madre. Ahí empezó mi rebeldía de adolescencia, no fue fácil, fue jodido”.

“Viví en la calle, pasé dos inviernos con un jeans, una camisa blanca y un chaleco verde. Mi abuela no quería saber nada de todo eso. No encontré mi camino hasta que mucha gente me dio buenos consejos. Fueron personas del futbol como Alfredo Islas o Hugo Aguilar, que él en su momento me preguntó porque no iba a jugar y yo le dije que no tenía ni zapatillas. Un día llegó y me regaló un par de zapatillas”, contó.

Cuando cumplió la mayoría de edad se prometió encauzar su vida. Y comenzó de a poco siendo albañil y también le dedicó tiempo al fútbol. Con Alfredo Islas hizo pretemporada para estar en condiciones en el club Racing.

“Racing es del barrio 1° de Julio. Era una casa de familia, con los que me saco el sombrero con Tita Ledesma y Miguel Pereyra que era un gran desafío tener la casa siempre llena de vagos que iban a jugar al fútbol. Cuando me vendieron a Paraná pude ayudar para que tengan instalaciones propias y es un gran club”.

Al no tener cancha propia, hacían las veces de local en otras canchas y habitualmente entrenaban en la cancha del Complejo del Túnel Subfluvial. En 1985 se dio el pase de Racing a Atlético Paraná, una institución que le dio muchas satisfacciones en su vida.

“Gracias al club tuve trabajo, tuve mi casa, gané plata, la gasté como todo jugador joven que no éramos muy serios”, sostuvo el mosquito Garay. Asimismo, reconoció que la falta de invitación o cordialidad de los dirigentes del gato paranaense lo hacen desistir de ir a la cancha.

“He ido a la cancha, pero hay gente que ni te reconoce y es algo que me gusta porque no soy de eso que va a la platea y quiere resaltar. Igualmente me parece que la dirigencia tendría que convocar, le falta sentido de pertenencia a Paraná, algo que hay que luchar en todos los clubes paranaenses”.

Garay era uno de esos jugadores rudos, que metía y sabía jugar. Los atacantes adversarios lo sufrieron muchas veces porque él no se dejaba pegar. “Era otro tiempo, donde se jugaba duro pero eso era solo adentro de la cancha, afuera éramos todos amigos. Era la adrenalina del partido que a veces te llevaba a cometer errores. Yo siempre dije que no le pegé a nadie, solo que no me dejaba pegar”, dijo.

Ser jugador profesional siempre estuvo en sus aspiraciones personales y sus intenciones “pero desaproveché todas”, reconoció. “Una vez Armando Sosa me manda con el señor Sauco (ex DT de Unión de Santa Fe y Patronato). Me presenté y me dice ‘si te mandó mi amigo Armando has de ser bueno’. Al tercer día que tenía que ir a entrenar vi que estaban jugando en la canchita del túnel mis amigos y no fui al entrenamiento. Y no quise ir más a Unión”, contó.

“Después me lo encontré en cancha de Belgrano cuando era DT de Patronato y me dice ‘usted conmigo hubiese sido famoso’ me daba hasta vergüenza saludarlo porque quedé mal con el hombre y le fallé a él y a Armando”, sostuvo. y acotó: “Después tuve unos días en Vélez de la mano de Jorge Comas pero no me dejaron en la pensión y tenía que irme desde Devoto donde vivía mi tía. Fui una semana. En el segundo día me dieron una rueda y tenía que subir y bajar de la tribuna con eso. Y en lo de mis tíos vivían comiendo verduras y no estaba acostumbrado. Me ofrecieron volver a Paraná y ya no volví a Vélez. Creo que no estaba preparado porque el barrio y la cabeza me tiraban para volver”.

“En el barrio tenía todo. Había días que me ponía a llorar pensando en mi casa, extrañaba mucho. La pasé, no me lacontaron por eso pienso eso y no me arrepiento. Se que el tren pasa una vez y si no te subís no le echas la culpa a los demás. Igual en lo personal lo que vino después estuvo bueno porque hice lo que quise, cumplí un par de objetivos personales que no es poco”, señaló.

EL APODO

A Mario desde chico lo apodaron Mosquito. “Fue un amigo del barrio, Chacho Acosta, porque era re flaquito y quedó”.

EL APOYO NECESARIO

La relación y el afecto con su familia y amigos fue fundamental en la carrera deportiva y en la vida para conseguir sus objetivos. “En esta vida si uno no tiene los afectos no puede continuar. Agradecidos de estar acá y poder compartir con ellos y tener ese reconocimiento hacia uno de ellos y de la gente del fútbol”, sostuvo.

“Fui feliz en mi vida. Cumplí los objetivos personales que me propuse, tal vez faltó tiempo pero lo conseguí. Agradecido a la vida, al fútbol, a los amigos que me dieron buenos consejos. Siempre lo cuento y lo recuerdo porque los mejores consejos fueron el momento clave de mi vida y lo supe aprovechar. El camino estuvo bueno pese a los problemas”, valoró Mario Garay.

LAS BATALLAS MÁS COMPLICADAS

Hace unos meses se sometió a una operación para colocarse una prótesis de rodilla a causa de años y años de fútbol. Pero hace 10 años tuvo que batallar con el cáncer. El apoyo y la contención le permitieron superarlo y salir adelante. “Había que salir o salir. La familia, un poco la fe en Dios y todo eso pude superarlo”.

Desde ese entonces y debido a sus operaciones para poder caminar el fútbol quedó de lado. “Extraño la pelota. No quiero ni ir a ver un partido de mis amigos porque es peor la angustia. Una vez que me recupere puede ser”.

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