Mario “Gomea” Martínez, el dueño del área

Aguerrido central, marcado por Sportivo Urquiza y querido en Patronato. Fue policía. Llegó a la 1ra liguista desde los torneos libres e integró planteles importantes también en Universitario y la época dorada de Belgrano.

“El fútbol me dio un montón de cosas, no me arrepiento de nada de lo que hice aunque se que hice todo al revés. No soy quien para dar consejos porque si me hubiese cuidado un poquito más, hubiese podido llegar más lejos”, reconoció Gomea Martínez.

Mario nació en barrio Anacleto Medina en la ciudad de Paraná y ya desde chico se empezó a relacionar con el fútbol. Sus cualidades lo llevaron de los campeonatos libres directamente a la primera división del club Sportivo Urquiza.

“Me vieron jugando en los torneos libres y un viejo directivo del club me dijo si fichás antes del jueves el domingo debutas en lugar del titular que era Bevilaqua. De ahí arranqué mi carrera en el club que es mi segunda casa”, contó Gomea destacado defensor central que luego llevó su juego a distintas instituciones futbolísticas de la capital entrerriana.

En 1983 fue cedido por un año a Universitario, regresó a Sportivo Urquiza y al año salió nuevamente a préstamo a Belgrano. “Ahí estuve tres años y en todos esos años salimos campeones. Y también tuve la oportunidad de compartir y conocer a Carlos Barisio (dueño de la mayor valla invicta en el fútbol argentino: 1075 minutos o 11 partidos y 65 minutos)”.

Mario fue parte del histórico partido contra River Plate en el viejo estadio Mondonguero (de calle Salta y Nogoyá) en 1986. “En ese entonces formé una gran amistad con Cachín Blanco, ayudante de campo de Horacio Bongiovani. Me acuerdo que por ese entonces yo era policía y llegaba uniformado a entrenar y Carlos me decía ‘buenas tardes comisario’ y yo le decía que solo era un agente nada más que usábamos la ropa que había y que era vieja de la época del gobierno militar”.

Los destinos del fútbol lo llevaron a ser jugador de Patronato y allí se convirtió en un referente y en una persona muy querida por el pueblo rojinegro. Su arribo se dio en 1988 por su amistad con el entonces presidente Roberto Carlos Quinodoz.

“Ese año el doctor me compra el pase a Sportivo y con esa plata el club hizo el cerramiento perimetral del estadio con tapial de 3 metros que es el que hoy está parado. Quinodoz me dijo ‘es caro tu pase pero vos le vas a traer muchas satisfacciones al club’”, recordó.

Gomea Martínez estuvo entre las filas del equipo que disputó el Torneo del Interior de 1992 y quedaron en la puerta de conseguir la zona Litoral al perder ante Wanderers (Concordia) por 3 a 2 en el resultado global. “Hicimos un campañón. Teníamos muy buenos jugadores, buenas personas, un buen equipo técnico y la gente nos acompañó. Estuvimos cerquita pero no pudimos lograr el objetivo”, recordó.

En el rojinegro, Mario se supo ganar el cariño del hincha y de sus compañeros y colegas al impulsar distintas iniciativas que beneficiaron a los jugadores de inferiores, para que cobren un sueldo, y a colaboradores.

“Patronato venía de haber jugado el Nacional en el 78 y cuando llegué al club conocí personas increíbles que no me olvido como el utilero Raúl Fontana y a la Cata. Lavaban la ropa a mano y luché para conseguir los mejores lavarropas automáticos, ventiladores de techos. También estuve para que los médicos, el preparador físico, el utilero, la Cata cobrarán el mismo premio que nosotros”, sostuvo.

“Y después no había ningún jugador que no tuviera un incentivo, un sueldito. Cuando llegué algunos tenían para zapatillas Adidas para entrenar y otros no tenían nada. Hasta que logramos que todos tuvieran las mismas zapatillas y un montón de cosas logramos conseguir para que la gente estuviera mejor”, recodó el exdefensor rojinegro.

Tantos años defendiendo la camiseta lo hicieron hincha del club y los colores. Si bien, reconoció que no suele ir mucho a la cancha porque lo hace sentirse mal. “Me pasa que después de estar tantos partidos, con tantas batallas en este estadio hace unos años fui y no me sentí cómodo. Después ya no quise ir más”, manifestó.

QUINODOZ, EL HOMBRE QUE LE CAMBIÓ LA VIDA

“Me cambió la vida, es la persona que me dio los mejores consejos, el que me dio mi trabajo”, reconoció Gomea sobre Roberto Quinodoz. “Y recuerdo que un día me dijo quiero pagarte para que uno de tus hijos sea abogado, yo le pago la carrera. Tenía mis hijos estudiando y trabajando y no lo tuvimos que molestar al doctor”, recordó.

Además le regaló su primer automóvil. “Una vez le dije que estaba cansado de andar en colectivo, entonces un día sábado me pasó a buscar y fuimos a una concesionaria que conocía al dueño. Quinodoz le dijo vos me debes esto y aquello, entonces por eso pone el auto a nombre de él. Fue un Peugeot 404 regalo suyo”.

En esa época la rivalidad entre el Patrón y Sportivo era muy fuerte y los hinchas de la V Azulada terminaron muy enojados con Gomea por su partida hacia el Negro. “En un partido yo llegué en el auto y me acuerdo que cuando terminó me querían quemar el auto”.

LA VIDA DESPUÉS DE LA PELOTA

“Siempre supe que una vez que se terminara el fútbol tenía que tener un ingreso y ahí Quinodoz, que además de darme los mejores consejos, me consiguió un trabajo del que me pude jubilar después de 35 años. Me jubilé sin faltas, sin llegadas tarde y con cargo de director, hasta fui funcionario en cuatro oportunidades”, sostuvo Gomea que se desempeñó en una unidad municipal de Paraná.

Sobre el rol que le tocó encarar a lo largo de las tres décadas dentro del Municipio paranaense, Mario reconoció que “uno puede ser funcionario, ir de traje y corbata, pero siendo empleado municipal todos estamos a la misma altura. No hay que marearse con el cargo porque termina una gestión y hay que volver dónde empezaste. Entonces yo laburaba a la par de mis compañeros”.

LA ENJUNDIA DE FUTBOLISTA

“Para llegar al fútbol tenés que tener hambre, no jugaba partidos amistosos, hasta en los entrenamientos dejábamos todos como si fuese por los puntos. La verdad yo jugaba por la plata, por eso no tuve lesiones ni nada por el estilo y si tenía alguna dolencia quería jugar igual”, manifestó Martínez.

“Ahora se ven muchos tatuajes, muchas gasas y poca pata. Hay que transpirar y jugar por la camiseta Tenes que tener amor por la camiseta que vestis. Yo trababa hasta con la cabeza y lo digo como si hubiese nacido un Patronato. Y Patronato se portó muy bien conmigo. ¿Cómo yo no me iba a brindar el 100%”, remarcó.

LA FAMILIA, LOS QUE ESTÁN SIEMPRE Y EN TODAS

El apoyo de los seres queridos es fundamental en un deportista y Mario Martínez lo logró con el apoyo de padres, hermanos y la familia que conformó con los años.

“Los hijos son el título más grande que tengo. No gané grandes campeonatos pero soy un campeón de la vida. Siempre le pedí a Dios llegar a los 50 para ver crecer a mis hijos, llegué a los 60 y hoy con 62 también disfruto de mis nietos”.

Asimismo valoró: “Siempre hay una razón para seguir viviendo, para seguir luchando. Siempre hice todo, junto a su madre, para que mis hijos, que ya son grandes, tengan todo, estudien y se formen”.

“La vida me ha dado todo, todo lo que me he propuesto lo he logrado. Tengo una familia muy buena, no me arrepiento de nada. Solo si me hubiese cuidado porque hice todo al revés. Mientras era jugador tomaba, terminé la carrera y hace 30 años que no tomo alcohol”, contó.

Su infancia estuvo marcada por la crianza de su madre que se encargó de formár a 7 hijos. “Una mujer de campo a la que cada vez que veo la beso, la abrazo y le agradezco por todo lo que ha hecho por nosotros en la vida”.

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