Nino Nieres y su vida dedicada al fútbol como contención social

Quedó huérfano a los 9 años y se crió en una villa. El fútbol lo salvó y con él quiso también ayudar a los gurises en barrios con necesidades. Su amor por Ministerio, el club del Puerto, y el sueño de un merendero para los más vulnerables.

Fue futbolista, dirigente, utilero y multifunción en el club que le dio todo y lo formó como persona. Creador de la escuelita La Fragua para niñas y niños en situación de vulnerabilidad en los barrios paranaenses. Nino recordó su infancia los momentos duros de la vida que lo marcaron en sus 71 años.

A sus 71 años, Saturnino "Nino" Nieres mantiene muy activo su compromiso de ayudar a los niños y adolescentes más vulnerables mediante el fútbol y la contención social. Con una infancia dura "nacido en una villa y hierfano a los 9 años" el reconocido exfutbolista de Ministerio utilizó sus conocimientos para contener a los gurises de diferente barrios y poder brindarles un mejor porvenir. Así creó la escuelita de fútbol "La Fragua".

"Deje de laburar porque tuve un problemita de salud, con una operación de corazón. Después me llegó la jubilación estando en el club y me tuve que retirar. Pasé un tiempito sin hacer nada. En su momento tuve que devolver documentos de los chicos que fichaba y cuando me tocó ir a barrio Maccarone donde me estaban esperando padres y chicos, parecía un político, y me invitaron a una casa", contó Nino.

"Estaba con mi señora y me pidieron que contenga a los chicos. Les dije que iba a hablar con mi familia para que me dejen volver con los chicos y me hice cargo de los gurises que no tenían lugar en los clubes". Así nació su lugar de contención para chicos y adolescentes, niñas y niños, de varios barrios paranaenses.

"La llamamos La Fragua, que es una herramienta de trabajo para pulir, enderezar o darle la forma que deseas a lo que querés. Empezamos a trabajar con los barrios Maccarone, El Morro, La Toma, Thompson, Parque Berduc y en cada lugar hemos dejado cosas lindas", recordó Nieres donde en muchos lugares utilizó varillas de hierro y caños para hacer arcos y distintos elementos necesarios.

"En el Ministerio (de Vías Navegables) hicieron el camino costero, en el Morro no había espacio verde en el Morro para jugar y fuimos a donde ahora está la Escuela N° 100. Pero en un momento llegó un camión con personas y chapas para cercar todo. El ingeniero nos dijo que podíamos seguir viniendo pero les dije que no porque quería que esté la escuela, que era la meta que los chicos vayan al colegio".

El trabajo en los barrios le permitió vincularse con la gurisada y sus problemáticas diarias para buscarles una salida. "Ahí te encontrás de todo. Lo bueno que aún tengo una amistad y diálogo con algunos de ellos, algunos son padres y cada tanto me preguntan cuándo vamos a seguir con la escuelita. Lo que pasa es que yo me enfermé y nadie tomó la posta. Además es como un jardín de infantes donde lo dejan y uno los tiene que educar”.

Si bien a lo largo de su vida ha logrado los objetivos propuestos en asistir a esos chicos, tiene como deuda pendiente tener un merendero que también lo involucre con el deporte. “Mi ilusión siempre fue tener un espacio para darle, aunque sea una vez a la semana, un alimento, una comida para que estén juntos, para que compartan. El jugador necesita un alimento después del desgaste que hace, aunque sea un vaso de jugo”, manifestó.

“Uno puede ser el espejo donde se miran, pero para dirigir gurises no tenés que tener manchas, entonces lo juntas y les enseñas. Yo iba a una escuela donde el más lerdo le comía el pan al otro y eso no tiene que ocurrir, tienen que ser todos iguales”, agregó.

"A todos los gurises que no tenían club los fichaba en Ministerio y no jugaba contra nadie para que no me roben los jugadores. Porque si se iban de mi lado no sabía cómo iban a ser tratados, en cambio sí sabía que en Ministerio lo iban a tratar bien", señaló Nino.

Por su experiencia dura en la infancia intenta que los niños expuestos a la vulnerabilidad no les pase lo mismo que a él. "Un gran jugador, Jorge "Chavo" Comas, me decía 'al rebaño tenés que sentarlo, las ovejas tienen que estar juntas porque si están desparramadas están preparando algo o te están dando leña a vos. Siempre mantenelos juntos con vos".

Por los distintos barrios paranaenses formó distintos grupos integrados por niños y adolescentes, entre los que se le unían algunas niñas. "Los adolescentes que se quedaban mirando de brazos cruzados les decía 'no tenés ganas de jugar un ratito con la escuelita', tenían miedo que le digan algo, les pedí que jugaran tranquilos sin pegarle a nadie y que después le daban algo para comer", recordó de ese proceso donde dispuso su tiempo y dinero propio aunque a veces recibía ayuda de distintas personalidades, como Julio Solanas entre otros.

La década del 60 fue cuando Nino comenzó a jugar al fútbol en Ministerio, su segunda casa, su vida. "Una cosa es contarlo y otra es vivirlo, todo lo que comienza tiene un final pero no me van a quitar que el final sea de Ministerio como mi familia y luchado siempre por el club", donde cumplió el rol de futbolista, utilero, dirigente entre otros.

Además, reconoció que es el lugar dónde se educó y aprendió todo del fútbol. "Me salvó el fútbol. Si tuviese que salir a robar con mi voz no más, no puedo, cuando me ven me reconocen. Ahora paré el auto por la edad que tengo, ya no puedo changuear y no es lo mismo", sostuvo.

La difícil realidad social del club lo llevó a adquirir habilidades como costurero de botines y de pelotas. Trabajo que luego desarrolló para varias instituciones locales hasta que lo fue venciendo la tecnología.

"Cosía los botines, hacía canilleras con cubiertas de autos o botellas de medio litro con esponja. El problema era que el club era pobre y no tenía para nada. Muchas veces regalamos la localía, porque no teníamos para pagar árbitros y demás", contó.

"Arreglaba pelotas para Patronato, Paraná, pero cuando iban subiendo de categoría me iban castigando porque no sabía cómo arreglarlas. Buscaba en la ciudad alguien que me enseñara a arreglarla y no hay", recordó con gracia.

Las distintas experiencias atravesadas en su historia le hicieron comprender que el apoyo del Estado tiene que darse siempre y de manera integral.

"Hay gente que puede pagar la cuota en los clubes, pero hay otras familias con varios hijos que no tienen y quieren llevarlos. Para eso el gobierno da plata, para que los clubes hagan de contención, pero falta un seguimiento de esos casos. Tienen que dar la plata, designar una trabajadora social que controle. Los clubes chicos están desamparados en ese sentido", remarcó Nieres.

Siempre lo apasionó el fútbol y en cada lugar disponible se ponía a jugar con sus amigos y a falta de pelota improvisaban una con trapos. "Yo no sabía que jugaba bien, jugaba porque me gustaba", sostuvo y recordó el momento que lo invitaron para jugar en Primera.

"Jugué en todas las categorías y en un momento me dijeron a vos te sacaron del equipo, yo no hice nada les dije, me estaba yendo y me volvieron a llamar diciendo que era una broma. Yo no juego en primera para que la gente se ría, porque yo era peso pluma".

Tal era su inocencia que pensaba que hasta los futbolistas de Primera debían pagar entrada para jugar y su situación económica no se lo permitía. "Yo me colaba en las distintas divisiones, siempre pensé que tenía que pagar para jugar. Una vez me fui a comer con Julio Solanas y nos volvimos caminando. Por calle Laurencena había un árbol donde me trepaba para colarme por el tapial, entonces en un momento lo dejé hablando solo y me dice 'qué haces?'. Le digo "no tengo para pagar la entrada", y "si no tenemos que pagar nosotros', me dijo.

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