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"El Yaca" Uzín, un luchador de la vida y apasionado por el fútbol

"Tengo mil defectos pero soy un agradecido de la vida". Pasó por infancia dura y situaciones difíciles como una complicada etapa en el alcoholismo, que superó hace 40 años. Querido por su dirigidos por el rol de formador.

Yaca fue dado en adopción por sus padres biológicos con tan solo 2 años de edad debido a la difícil situación económica que atravesaban. 16 años más tarde, Luis decidió por cuenta propia ir a conocer a sus verdaderos padres a la ciudad de La Plata, Buenos Aires. “A los 18 no me aguantaban en casa porque era muy vago y me pusieron a trabajar en Vialidad Provincial. Con el primer sueldo y aguinaldo, me fui con amigos a La Plata a buscar a mi padre sobre todo porque a mi madre ya la conocía”, relató .

“Salimos a buscar la casa con mis amigos, en ese entonces estaba medio entonado por que tomaba mucho en esa época, y a lo lejos vemos a uno petisito que venía caminando junto a un peón. Entonces le pregunté por Portela, porque mi primer apellido es ese, y era él. Ahí me preguntó si era Alberto y nos abrazamos enseguida. Nunca le reproché nada”, contó Yaca. En Plata, Uzín se encontró con sus padres y otros cuatro hermanos y hermanas.

Su infancia estuvo ligada al hipismo por su padre adoptivo que era cuidador de caballos y tuvo dos años como jockey en carreras en premios locales. “Un gitano, que solía viajar en invierno a Europa llevando caballos de polo y en verano descansaba acá, fue el que me hizo correr. Yo le cuidaba una yegua cuando se iba y un día le dijo de hacerme debutar. Fue un 25 de mayo, el día después que debuté en la primera de Palermo”, recordó.

“A los 15 años debuté en primera de Palermo, fue un 24 de mayo. A la mañana me vinieron a avisar que jugaba a la tarde. Mi viejo me preguntó que iba a hacer y le dije que ambas cosas”. De jockey duró solo dos años y en el fútbol encontró su pasión que aún lo mantiene ligado.

En esa crianza entre caballos fue que conoció el alcohol a los 13 años. “En ese tiempo iba con los peones a tomar en un boliche que había cerca de casa que tenía cancha de bochas. Es algo que venía de sangre porque en mi familia tomaban por tradición”. La adicción siempre le jugó en contra generando situaciones

“Ahora hace 41 años que no tomo. El 31 de diciembre de 1980 los militares me echaron de Vialidad porque nunca iba a trabajar porque vivía chupado. El clic fue el 3 de enero de 1981 en el cumpleaños de mi hija. Hice una fiesta para 100 personas y a las 12 de la noche de ese día fue mi último trago de vino y no tomé nunca más”, señaló Yaca Uzín.

FÚTBOL Y FORMACIÓN

Su corazón futbolero pertenece a barrio Rocamora en el Club Atlético Palermo donde debutó con 15 años en la primera división. Luego tuvo un millonario pase a Atlético Paraná donde fue adquirido por 1.5 millones de pesos. En el Decano compartió equipo con Alberto “Pulga” Ríos,

Su carrera futbolística podría haber sido mayor en La Plata, pero por cosas de la vida tuvo que continuar en Paraná. “Cuando fui a conocer a mis padres jugué un partido barrio contra barrio y ahí me vio el compadre de mi hermana que al año siguiente me presentó a una persona que arregló todo para que vaya a entrenar a Gimnasia y Esgrima”, contó.

“Me dijeron que me presente antes del 3 de enero del 69 y ahí me fui con Galería Ríos, un negro grandote que fue exjugador de Talleres. Nos presentamos y entrenábamos en doble turno, por la mañana en Punta Lara y a la tarde en el Bosque”, recordó Yaca que tras pasar uno días recibió un telegrama en la casa de sus padres que lo hicieron regresar a la capital entrerriana.

“Era de mi novia que decía ‘todo bien, pero volvé pronto’. Hablé por teléfono con ella y tuve que mentirle al vago que me arregló todo que me tenía que volver de urgencia. Me dieron permiso y hasta me dieron plata para ida y vuelta ya que tenía que estar para un partido amistoso”.

El regreso también le jugó una mala pasada tras jugar en un torneo independiente. “Cuando vine me olvide de todo, no es que no quería volver pero jugando en el torneo, que no quería jugar porque no tenía botines pero me consiguieron uno, me quebraron tibi y peroné”, contó.

El Negro Galería seguía en La Plata y lo mandaron para ver que pasaba que no volvía y me vio todo enyesado. Ahí ya no volví. Hice todo mal, pero no me arrepiento. Es más, me quité el yeso antes de tiempo y me soldaron mal los huesos y me tuvieron que operar otra vez”.

Tras ese inconveniente se alejó de las canchas como futbolista y comenzó con su carrera en la conducción técnica y fue uno de los encargados de un hecho histórico para el club Palermo. En 1986 el plantel categoría 69 jugó ante las inferiores de River en Buenos Aires, justo el día que el plantel profesional viajaba hacia Japón para jugar la Copa Intercontinental.

“Antes del partido fuimos al Monumental a ver el entrenamiento de River que era a la mañana antes de viajar. Era a puertas cerradas pero nos dejaron entrar. El entrenador era El Bambino Veira y le pedí a un conocido, Rubén Díaz, que lo llame al Bambino para una foto, yo había llevado una cámara. Le di la cámara, y no se si estaba apurado o que y le puso el dedo adelante. No salió la foto”, recordó.

En la actualidad comenzó con el proyecto de entrenar al equipo Senior del club San Miguel donde continúa aplicando su conocimiento y destacó: ““A mi me gusta trabajar en el campo de juego, en el entrenamiento con pelota. Lo que trabajo en campo lo aplico en teoría, después del trabajo se lo muestro para qué sirve”. También tuvo una etapa en el equipo de la Filial River Paraná.

Su carrera como entrenador también estuvo ligada a Atlético Paraná, donde destacó el equipo del 93 “era un equipazo”. “En el 91 Tarango Rodríguez me llamó para dirigir y tuve que dejar la selección de la liga en Paraguay porque estábamos jugando ahí.

La formación de jóvenes futbolistas es una de las características de Yaca Uzín desde su rol de conducción. “El fútbol es parte de mi vida, si hubiese sido un tipo interesado hubiese tenido mucha plata porque me relacioné con gente grosa en Buenos Aires, Rosario, sobre todo cuando tuve mi escuela. Pero a los clubes les decía, si les gusta un chico conmigo se desligan, hablan con los padres o el club. Yo no soy intermediario ni representante”, destacó el exfutbolista de 73 años.

“A nadie le regalo nada pero este es el camino. Si quieren ser jugadores profesionales tienen que entrenar y los puedo citar a la hora que sea. Por ahí los citaba a las 8 de la mañana en pleno invierno y ahí me daba cuenta quién estaba preparado para eso”, resaltó.

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