Saltar menúes de navegación e información institucional Teclas de acceso rápido Nosotros
Hizo inferiores en San Lorenzo.

La historia de Eduardo "Manos de Acero" Schneider, el arquero boxeador

Terminó su carrera en Sportivo, donde fue campeón. Conoció el boxeo de casualidad, peleó como profesional y hoy se dedica a enseñar la disciplina e inculcar hábitos de entrenamiento. La vida lo llevó a brindar sonrisas como payamédico.

Eduardo y el boxeo se conocieron de grande tras una vida muy ligada al fútbol como arquero, deporte que lo llevó a jugar en las inferiores de San Lorenzo de Almagro. En la actualidad Edu es entrenador de boxeo junto a Ulises Cloroformo López en el Club Ministerio y también se desempeña como árbitro arriba del ring. “Siempre trabajando para generar nuevos desafíos”.

“La actividad deportiva es algo natural para mi, siempre he necesitado hacer algo de deporte. Al boxeo lo conocí tarde y de casualidad”, contó. Todo surgió tras presenciar un festival amateur de box a fines de la década del 90 al acompañar a un hermano mayor, que por cosas de la vida lo conocí ya de grande. “A él le gustaba el boxeo y me invitó a ir a ver. Resulta que faltaba uno, algunos ya me conocían con el apodo de Loco y me preguntaron si me animaba. Pregunté qué había que hacer, subí y tuve la suerte de poder ganar”, recordó Manos de Acero.

Esa experiencia le llegó a los 27 años y salió muy airoso al derrotar a su oponente por KO. “La primera piña casi me tira, vi las estrellitas pero después tuve la suerte de poder meter una mano y ganar. Así fue el inicio de mi deseo de conocer qué era el boxeo”. En categoría pesado en total disputó 16 combates como amateur y seis como profesional.

Durante unos años, Edu hizo fútbol y boxeo al mismo tiempo hasta que llegó su oportunidad del profesionalismo arriba del ring. “Llegué con casi 30 por lo que fue una carrera corta, una edad donde la mayoría se retiran. Así y todo me dejó una gran enseñanza y mi vida empezó a ser distinta”.

“Empecé a entender un montón de cosas, otras realidades que comencé a ver desde otro lado y entendí cuánto influyen las emociones en el deporte. Cuando el deportista está bien emocionalmente rinde de una forma muy distinta a cuando está mal. Todas esas cosas me hicieron quedarme”. Con el tiempo fue dejando el boxeo, por cuestiones de edad, y luego el fútbol.

En su auge de pugilista comenzó a ganar fama en el mundo boxístico de la capital entrerriana y que, él reconoce, lo llevó a tomar malas decisiones. “Hubo un poco de desorden interior y me llevó a hacer cosas que mi entrenador de ese momento, Eduardo Retamar, me dijo que no hiciera”.

“El personaje se comió a Eduardo. Pasa que cuando uno viene roto no canalizar en orden las emociones, te lleva a hacer cualquier cosa y después te das cuenta tarde. A mis alumnos le trato de explicar estas situaciones, los que le puede llegar a pasar y qué podrían hacer para no llegar a ese punto. Después cada uno que haga lo que pueda o lo que le salga”, explicó Manos de acero.

A los 52 años sigue ligado al deporte de los guantes desde el lado de entrenador, tanto para futuros pugilistas como también para aquellas personas que buscan una actividad “para descargar emociones”. “Siempre digo que los que llegamos al boxeo lo hicimos rotos emocionalmente. Entonces encontramos formas de descargar golpeando la bolsa sacando la bronca, la ira y todas esas cosas que uno tiene guardado”.

“Hoy estoy súper feliz haciendo lo que me gusta. Siempre es importante hacer lo que a uno le gusta y creer porque yo cuando empecé tenía 3 o 4 alumnos. Hoy son un montón y cada uno tiene su propia batalla, la ponen en común y entre todos hacemos posible que puedan aliviar esa problemática que llevan dentro”.

Esa terapia le sirvió mucho personalmente para resolver las distintas batallas que le presentó la vida “en algunas salí airoso, en otras no. Todo eso te va marcando, igualmente yo me pude restaurar y pude crear una nueva persona”.

“Después de lograr ese cometido sale el lado deportista donde uno lo va guiando. Pero son ellos que van viendo y al ver que llegan al objetivo quieren más y más”, comentó Manos de acero y aseguró que incursionó en esta faceta para “devolver lo que aprendió”. “Lo hice también con el fútbol entrenando arqueros en inferiores y en primera, pero el boxeo me movió más”.

Y completa el combo boxístico como árbitro, labor que cumple con mucho compromiso. “Me encanta porque tengo a cargo a dos personas lo que implica una gran responsabilidad por lo que les pasa arriba. Cada uno tiene un objetivo, como lo tuve en su momento, entonces yo tengo que hacer lo mejor para que logren sus objetivos”.

Esa responsabilidad lo involucra directamente también para cuidar la salud de los boxeadores. “Los tres segundos en el ring son una vida y lo entiendo así por que lo veo y se cuando un pibe ya no aguanta más la pelea”.

“A veces digo listo, se terminó y me dicen porqué lo paro y le explico que ya no hay chances y sino ponen en riesgo su salud. Ahí observo cómo pisan, cómo miran, cómo jadean. Hay veces que no entienden pero lo hago porque no es necesario que se golpeen tanto”, explicó.

FÚTBOL

Desde chico el fútbol fue su pasión. Su estatura lo marcó directo para hacerse cargo de los tres palos del Club Palermo de barrio Rocamora. Tiempo más tarde pasó a jugar a Neuquén donde lo vieron desde San Lorenzo de Almagro y se lo llevaron. Estuvo cinco años recorriendo las distintas divisiones inferiores hasta llegar a la cuarta de AFA.

Tuvo la oportunidad de entrenar con los arqueros de primera y de renombre como José Luis Chilavert, Ruiz Díaz, César Labarre y hasta el Loco Gatti tras quedar libre en Boca Juniors. “él quedó libre y se fue a entrenar con nosotros. Con 41 años era una persona muy humilde y nos enseñó a pegarle a la pelota. Era un adelantado”.

En ese interín estuvo en una preselección Argentina, que luego fue subcampeona del Mundo en Italia 90. “Bilardo solía usar la Ciudad Deportiva de San Lorenzo y en varias oportunidades me tocó entrenar con la preselección. Ahí conocí a Diego Maradona, al Cholo Simeone, Checho Batista, Chamot, Almirón, al Patón Bauza, Alejandro Alfaro Moreno. Tuve la suerte de conocer a todos esos monstruos. Era como estar en Disney”, recordó el exarquero.

Tras disfrutar esas experiencias al Loco le tocó el turno de realizar el servicio militar obligatorio. “Estuve un año sin entrenar y eso me atrasó porque no pude mantener un ritmo de entrenamiento adecuado”. Su vuelta al Ciclón no fue la esperada y comenzó a ser cedido a préstamo a Acassuso en la Primera D, All Boys en Primera B y Nueva Chicago en la C.

“Jugué en todas las canchas de todas las villas de Buenos Aires. Y después ahí, medio como que me cansé y me vine a Patronato, sin el pase en mi poder por un tiempo”.

Luego su carrera continuó en Atlético Paraná, Palermo, Sportivo Urquiza, Deportivo Bovril, Los Toritos y Neuquén. “Sportivo Urquiza terminó de completar mi carrera porque pude ser titular y consolidarme, que es lo más difícil para el arquero. Todo lo que viví y no pude conseguir en los otros clubes ahí sí lo alcancé. Más atajando un penal en la final para un campeonato. Es lo más hermoso que me dio el fútbol”.

“Extraño el vestuario, el día a día, ir todos por un objetivo, defender un resultado. Esa adrenalina que se vive es muy linda. Y por suerte con todas las personas con las que compartí equipo me mantengo en contacto porque son parte de mi historia, a alguno le he tapado una pelota o me ha hecho un gol”, manifestó recordando su paso por los equipos de la ciudad.

Hasta tuvo na propuesta de Alemania, que desestimó por situaciones de ese entonces. “Fueron momentos lindos que en realidad cuando fui más joven me decía cómo no acepté. Porque cuando estuve en Acassuso, una persona me quería llevar a jugar a la cuarta división de Alemania. Lo hablé con mi papá que me dijo que para qué me iba a ir si estaba bien y no fui”, recordó.

Y remarcó: “Después me pasaron un montón de cosas en la vida que yo digo, ah bueno fue por esto que no me fui. Y claro, porque pasaron cosas que después yo fui entendiendo para qué me quedé. Una de esas cosas fue conocer y ser payamédico”.

Ambas disciplinas tienen su dificultad y sus cuestiones particulares, pero para Edu el boxeo implica otro riesgo. “Son dos cosas diferentes. En el arco tenes una responsabilidad pero no es tan límite como en el boxeo, donde estás solo. Nunca tuve miedo en una pelea, si adrenalina”.

Los conocimientos adquiridos durante largos años en las distintas instituciones deportivas las volcó en su escuelita de formación de arqueros. “Me encantó poder transmitir lo que yo aprendí en San Lorenzo y durante mi infancia, a los más chicos. Me encantó descubrir talentos y poder expresar lo que a mí me habían explicado otros tipos grandes”, reconoció.

“Con 52 años en cada clase que doy por día, que pueden ser hasta cuatro, estoy transmitiendo esa pasión por entrenar y por buscar nuevos desafío”, sostuvo.

PAYAMÉDICO

Durante diez años Eduardo destinó su tiempo a hacer feliz en los momentos duros de pacientes en el Hospital Materno Infantil San Roque y en el Hospital San Martín con la ONG Payamédicos. “Siempre intenté encontrarme con realidades que poca gente ve. Cuando alguien no la está pasando bien y llegamos para sorprenderlos y darle un momento de alegría, aunque sea por un instante, se les transforma el día por completo. Lograr eso con niños, con abuelos era como salir campeón”.

“Aprendí a renovar la licencia de niños todos los días. Cuando te acordás de esa licencia todo lo que pasa lo llevas a la medida justa. No explotás, tratas de mantener la calma y le buscas la vuelta a todo”, destacó Schneider.

Ser Payamédico también le permitió ser guía, brindar contención y escuchar a cada persona. “Cuando los niños juegan son libres, sencillos, no tienen maldad. Por eso fueron 10 años hermosos que me construyeron como persona”.

En la vida el ser humano transita distintas etapas y ese camino llevó a Eduardo hacia ese objetivo que lo hizo con mucho entusiasmo durante una década. “En todo hay un inicio y un final. Vos plantas una planta, la cuida, te da una flor y esa flor después se va, pero la planta sigue estando. Considero que somos iguales por eso es que también lo hice con el fútbol, lo hice con el boxeo. Ahora estoy transitando esta nueva etapa como árbitro de boxeo, como entrenador sobre todo, que me está llenando mucho”.

SUS HIJAS, SU SOSTÉN

Eduardo lleva su vida en Paraná donde tiene a la mayoría de sus seres queridos, pero su corazón también está siempre con sus hijas que viven en Mar del Plata. “Catalina y Rosario son los amores de mi vida. Por cosa de la vida viven lejos de mi, pero los hijos son todo. Cuando llegan los hijos sabes que vos ya quedaste en segundo plano”, sostuvo.

“La tecnología nos une con mensajes, estamos cercas en ese sentido. Todo lo que hago lo hago para que tengan una vida mejor, una para que sea contadora publica y otra que sea maestra jardinera. Catalina tiene un solo ventrículo en el corazon, una cardiopatía congénita bastante compleja, el año pasado se le coloco un desfibrilador y siempre busca cosas positivas para hacer. Es un ejemplo para mi”, añadió.

CARNICERO

Su padre tuvo durante mucho tiempo una carnicería, en la cual Eduardo llegó a trabajar. “Era una empresa familiar que sostuvo mi viejo y yo lo ayudé en disolución a lo que él laburó ara que yo pueda llegar donde estuve”.

Teclas de acceso