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La historia de los Feruglio, apellido ineludible en la historia de Instituto

Alberto y Daniel, o Cacha y Chancho como se los conoce en el mundo futbolístico. Referentes de la década del ‘80 y ‘90 de la institución. Pasión que heredaron de su padre, parte importante en los orígenes de la entidad de Villa Uranga.

Los Feruglio nacieron y se criaron en el barrio Villa Uranga y desde chicos adoptaron a Instituto como su segunda casa. Primero por su padre, que fue jugador durante mucho tiempo y luego ellos cuando iniciaron a jugar en la sexta división. “Entrenábamos con la sexta pero los fines de semana jugábamos con otros equipos porque sólo jugaba la séptima. Yo estuve en Atlético Paraná y en Los Toritos”, contó Alberto. “Nos invitaban a jugar campeonatos. Con Los Toritos yo jugué tres campeonatos de esos que se jugaban los fines de semana”, agregó Daniel.

Recién “en el ‘80 se forma la categoría séptima y ahí arrancamos a jugar nosotros el preliminar de la primera de Instituto. Ese año anduvimos bien, salimos subcampeones. Con el correr de los años se fueron creando las demás divisiones porque se acercaban más chicos. En el barrio ya había un montón de gurises”, contó Alberto.

Esa pertenencia con la Gloria de Villa Uranga fue transmitida por su padre que fue futbolista y dirigente. “Vivíamos a tres cuadras del club. Mi viejo inauguró la cancha en 1961 y por cuestiones de trabajo tuvo que dejar de jugar unos años y se fue a trabajar a Buenos Aires. Cuando volvió no jugó más pero con mis viejos y mi hermano seguimos la campaña en primera, tras ascender, que fue hermosa. Instituto es nuestra segunda casa. De chico pasamos mucho tiempo en el club, que no era como los de ahora porque había solo una cancha de fútbol y si no estábamos jugando nos juntabamos a comer algo en una piecita que había por ahí”, sostuvo Alberto.

Los Feruglio compartieron cancha desde muy chicos desde los comienzos hasta llegar a primera división. ”Antes vos podías jugar en todas las categorías y nosotros como éramos chiquitos jugábamos en todas, sábado y domingo. También jugamos juntos en la primera de Atlético Paraná, que fue una experiencia muy linda donde nos tuvimos que adaptar a otras exigencias y realidades”, señaló Daniel.

“Había mucha organización. En Instituto uno del equipo se encargaba de hacer la planilla, pero en Paraná había una persona encargada para eso. Cuando fui dirigente me levantaba a las 8, desayunaba y salía a hacer las compras para lal cantina del club. Después iba a marcar la cancha, ponía las redes y ya me quedaba a comer en el club para después jugar”, recordó Alberto.

De los campeonatos obtenidos con Instituto los ex futbolistas destacaron dos. El de 1988. “Ahí llegamos un punto arriba de San Benito, y justo jugábamos contra ellos y empatamos. Fue increíble esa definición con un montón de gente en cancha de ellos”, contó Daniel.

Y de esa consagración recordaron que la indumentaria usada fue única. “La camiseta de ese torneo la usamos ese año. Era muy ochentosa, de algodón grueso que te picaba todo, te lastimaba las tetillas”, contaron.

El otro capítulo glorioso fue el título de 1991. “Ese era con muchos juveniles de quinta porque no había quedado nadie en el club, no había ni comisión. Antes de empezar el torneo estábamos en duda si jugábamos porque no teníamos gente y el día antes Alberto salió a buscar jugadores”, recordó Daniel.

“Pero antes teníamos que arreglar una deuda con la Liga y acordamos que la íbamos a pagar. Para eso organizamos más de 5 campeonatos libres que la excusa del premio era una vaquilla. Cuando uno ganaba le ofrecíamos el dinero o que busquen la vaquilla en Villaguay, no conocíamos a nadie y nos pedían la plata”, rememoró Alberto.

Y continúo: “Además no pudimos jugar en nuestra cancha porque habían tirado para construir un tapial. La final la jugamos contra Libanes en cancha de Sportivo Urquiza, la ganamos y al tiempo voy a la Liga para saber de cuánto era la deuda y me llevé la sorpresa que ellos me dieron plata porque fue tan exitosa la final que tuvimos premio. Con esa plata construimos la pared que faltaba y fue la primera vez que hubo superávit en el club”.

Alberto de chico jugaba de delantero, puntero derecho, pero al iniciar en séptima división, y al haber chicos más grandes que él, el entrenador de momento lo ubicó como número 5. “Cuando debuté en primera en el 82 me pusieron de 5, pero en el 83 faltaba un 6 y me mandaron a la zaga central. Después jugué mucho en el mediocampo en distintas posiciones. Y era de hacer goles.

Por su parte Daniel se destacó en sus inicios como número 8 en el mediocampo, “con el tiempo como era alto me mandaron para adelante como puntero derecho o central. Era de correr mucho, con mucho sacrificio, sin virtudes”, recordó.

Después de su etapa como jugador, y toda una vida ligada al club, Alberto estuvo varios años como directivo de la institución. “Creemos que marcamos una época, como muchos otros”, destacaron los hermanos.

Estar al frente de la institución le permitió entender la realidad que atraviesan los clubes paranaenses, y de gran parte del país, respecto a la dificultad de progresar y mantenerse en el tiempo con un buen nivel. Alberto reconoció que se debe básicamente al aspecto económico. “Los clubes no tienen muchos socios, no hay gente que aporte económicamente y se hace difícil trabajar. La primera división implica mucho dinero y hay que generarla”.

UNA VIDA EN LA GLORIA

“Instituto es todo. Es nuestra segunda casa, donde algún momento vamos a volver para hacer lo que no pudimos. Pasamos toda nuestra infancia, adolescencia y juventud. Es el lugar donde hemos forjado amistades y aún mantenemos amigos”, dijeron los hermanos Feruglio que no dudaron en reconocer que fue el mejor lugar donde les tocó estar desde chico.

“Nos divertíamos, podíamos perder partidos por goleada pero era divertido. En esa época era lindo jugar. No había ningún problema y vos solamente jugabas, sentías la camiseta”, destacaron Alberto y Daniel.

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