
Enrique Ibarra es uno de los arqueros referentes de las décadas del 60 y 70 en el fútbol liguista. Peñarol es su segunda casa, también supo vestir las camisetas de Sportivo Urquiza, Belgrano y volvió del retiro para jugar en Patronato e integrar el equipo que jugó el Campeonato Nacional de 1978. Además en su época de jugador, durante un tiempo fue entrenador de Peña y luego presidente que lo sacó del borde de la quiebra. Fue jugador de básquet, que le dieron más habilidad bajo los tres palos. Hoy además es un referente en el Newcom.
Con 9 años ya era el elegido para defender los tres palos en los partidos en el potrero, al mismo tiempo que también jugaba al baby fútbol en Talleres hasta cumplir los 12 años y medio. Luego inició con todo el proceso de formación en su querido Club Atlético Peñarol que por ese entonces tenía una gran variedad de deportes
“Hice básquet y fútbol a la par hasta los 17 años que ya me dediqué más al fútbol. También había box y practiqué durante un tiempo. Ahí se armó el primer equipo de voley de Paraná y me acuerdo que cada tanto me llamaban para completar el equipo”, recordó. Ya retirado Ibarra volvió al básquet con los veteranos y en el último tiempo integró equipos de Newcom.
“En Peña empecé a jugar en la sexta división pero como no llegaba al travesaño me pusieron de 4 el primer año. Con el tiempo si volví al arco, que es lo que siempre me gustó, me afiancé e hice toda mi carrera de arquero”, sostuvo Enrique. En sus comienzos el arquero no tenía guantes y con el tiempo se fue aggiornando: “Después usé guantes y rodilleras y al tiempo sacaron las rodilleras. Así que pasé por todo ese cambio”.
Hasta tuvo la oportunidad de probar suerte en Huracán de Parque Patricios (Buenos Aires). “Las condiciones las tenía estuve tres meses a prueba. A los dirigentes del club les guste como jugaba, pero me dijeron que no por la altura”, manifestó.
“En nuestra época el talento era lo que asimilamos en las prácticas en el día a día y en los partidos. Mi primer entrenador, un colaborador de Peñarol me decía que le gustaba la forma en que movía las piernas y como manejaba los movimientos para llegar a la pelota”, comentó la Mona.
Asimismo, reconoció que esas cualidades que lo destacaron en los tres palos fue también gracias a su pasado en el básquet. “Era de cortar los centros por la seguridad de manos que me dio el básquet. Y también de achicar espacios, siempre insisto que el arquero tiene que acortar la distancia en los mano a mano donde de última haces la de Cristo. Eso hoy lo veo pero al revés, por que ya se abren de mano antes de que se acerque el atacan”
“Una vez que venía el jugador solo y donde adelantaba la pelota yo buscaba adelantarme para achicar espacio y a veces llegaba antes porque entre que tocaba la pelota y corría atrás no es lo mismo que venir en contra que llegaba más rápido”, recordó.
Además de cumplir su función de arquero en el año 1974, tras el regreso del equipo a la primera liguista, supo ser entrenador del primer equipo de Peñarol. “Un día fui a hablar con Anibal Giusti, que era el entrenador, además era el que arreglaba las pelotas y los botines, y me dijo de ayudarlo para mover el equipo. Y lo hice un tiempo con Camilo Gauna que los sábados a la noche ya armábamos el equipo”.
Tras su paso futbolístico por Peña, Sportivo Urquiza, Belgrano, Patronato, y varios años después, pudo conducir los destinos de su club como presidente. “Fue una época brava porque me dieron el club con dos juicios, uno con sentencia de remate. Y eran 68 mil pesos, en el uno a uno. Entonces con un grupo de gente del club tomamos las riendas, trabajamos muy bien y en cuatro años lo dejamos limpio. Cuando entregamos el club, ya el equipo estaba formado y buscamos al Lulo Castillo para ser el técnico y en el 2005 lo sacó campeón”, contó.
ÉPOCA DORADA CON PATRONATO
La Mona integró el histórico equipo de Patronato que jugo el Campeonato Nacional de 1978. Un hecho sin precedentes para la ciudad y toda la provincia porque significó un cambio rotundo de un equipo meramente amateur a jugar contra profesionales de categoría.
“Eramos amateur pero me acuerdo que cuando perdimos con Chacarita 4 a 3, el de la transmisión de radio se comunicó con José María Muñoz que le preguntó qué tal el partido entre Chacarita y Patronato. Y el relator le respondió: ‘No, acá no jugó Chacarita y Patronato, acá jugó Chacarita contra la Naranja Mecánica’. Jugamos un partidazo. Por suerte, yo nunca fui tímido ni me quedé cohibido ante la presencia de equipos grandes”, contó.
Todos los jugadores que formaron parte de ese combinado rojinegro reconocen que el éxito de el buen desempeño que mostraron fue gracias a la preparación física. “El 15 de diciembre empezamos a trabajar en la parte física. Eran cinco días a la semana y así lo hicimos hasta el 15 de febrero”.
“Salíamos desde Patronato corriendo hasta La Toma Vieja, hacíamos todo un circuito que pasaba por el roballo y terminaba en los Arenales. Eran 10 kilómetros”, recordó Ibarra que por entonces tenía 31 años y estaba en plenitud.
“Nos cuidaban tanto que un día yo estaba preparando el encofrado para techar mi casa con los albañiles y justo me vio el Dr. Gan que estaba en la casa de al lado que era la de su cuñado. Me dijo que me baje, que no podía estar haciendo eso, más que el otro día jugábamos contra Atlético Paraná y le hice caso. No le contesté nada pero cuando se fue volví a subirme”, contó.
Su llegada al Patrón se dio por recomendación de un compañero de laburo y en una época donde decidió colgar los botines. “Mi compañero me nombró con el doctor Fernando Gan, yo casi no quería seguir jugando. A Peña le había dicho que no iba a jugar más y un día me dijo que había hablado con el Dr. y que quería hablar conmigo. Ahí volví al fútbol”, recordó.
Sobre el presente del equipo en la Primera Nacional, Enrique opinó que falta fútbol. “Creo que falta precisión, falta trabajo en la semana y eso es algo que tiene que partir del técnico. Los pases no van donde tienen que ir porque si yo voy en carrera tiene que ir dos metros adelante para que esté ahí cuando yo llegue. O si estoy parado que llegue donde estoy”.
Y señaló: “Esa forma de juego se dominaba mucho en nuestra época con el Toti Brunengo, La Pulga Ríos, Carulo Escobar, La Mona Pessoa, Armando Sosa, Vicente, Lell eran jugadores muy tácticos y precisos. Siempre estaban donde iba la pelota, todo porque jugaban con la cabeza levantada y ya no hay de esos jugadores”.
LA FÓRMULA PARA ATAJAR PENALES
La Mona reconoció que nuca fue un buen atajador de penales, sin embargo con el tiempo aprendió a prestar atención a los detalles para contener los remates.
“La fórmula está en mirar el pecho del que patea. Por ejemplo al abrir el pie, el pecho está a mi izquierda; si la cruza está a mi derecha. Así y todo nunca fui atajador porque no lo sabía. Analizando el fútbol me fui dando cuenta”, señaló.
LA COMPAÑÍA NECESARIA
Su infancia estuvo marcada por la crianza de sus padres con sus siete hermanos. “La vieja es lo más grande que hay. Además de criar 8 hijos crío varias personas más. Fue una vida con carencias. Mi vieja usaba plancha a carbón y yo la acompañaba cada tanto a buscar el carbón”, contó.
Años más tarde formó su familia. Con su compañera de vida construyó su casa ladrillo a ladrillo. “Estando en Patronato yo trabajaba en el banco y cuando volvía a casa comía algo y nos poníamos a pegar ladrillos una hora o lo que sea y de ahí me iba a entrenar. Levantamos la casa de la nada”.
“Después llegaron los hijos, la educación en casa con una esposa excepcional y trabajando en familia. Con el esfuerzo de todos disfrutamos el presente de la vida, tratando de vivir lo mejor posible. Al deporte también le agradezco porque hizo que mucha gente me conozca y hasta me saluden en la cancha sin conocerlos”, manifestó Ibarra.
La Mona reconoció que hizo un lindo camino deportivo y dejó una ruta marcada. “Siempre digo que con Patronato abrimos caminos porque ahí se vio con otra mirada, de los dirigentes y la gente, del fútbol local y de que podíamos estar en otra categoría. Fue un mensaje que le dejamos a los clubes de Paraná”.
Asimismo, contó que además del deporte le hubiese gustado tener una profesión. “Si bien pude recibirme de visitador médico, me hubiese gustado terminar la de abogacía que hice dos años o la de ciencias económicas que me ayudo a entrar al banco. La verdad que eso te cambia la vida pero por tema de deporte nunca pude concretarlo”.