
Su estatura, que no era la promedio para el puesto de arquero, no le fue impedimento para sobresalir en la Liga y llevar a sus equipos a conseguir los objetivos. “El fútbol me dio un montón de amigos y me dejó grandes enseñanzas de vida. Eso me sirvió para transmitirlas a mis hijos y a los chicos que me toca entrenar. El fútbol es mi vida y lo será siempre. Yo creo que voy a morir en una cancha”, reconoció Paulo La Pepa Sauthier, toda una marca en la historia del fútbol paranaense de los 80/90.
De su vida, y el recorrido en el deporte, señaló que no cambiaría casi nada. “Si es cierto que hay otra vida elijo vivir la misma. Solo cambiaría algunas decisiones como dormir más porque me gustaba mucho andar en la noche, menos los sábados porque los domingos se jugaba”.
La Pepa nació en la década del 60 y transitó toda su infancia en el barrio La Rana. El básquet fue su primer deporte en Echagüe “que es gran parte de mi vida”, pero el fútbol también estuvo presente ya desde chico cuando se escapaba para jugar con personas más grandes.
“En la esquina de mi casa había una canchita y me escapaba sin que se dieran cuenta mis viejos. Mi madre no quería que vaya porque jugaba gente más grande. Si me pegaban un pelotazo no tenía que volver llorando porque sino ligaba doble”, contó el ex arquero que siguió los pasos de su padre que fue arquero “fue el primer equipo que terminó invicto por primera vez en la Liga. Jugó en Palermo, Patronato y Don Bosco. Esa parte de la vida de mi viejo yo no la supe hasta más grande”.
En el fútbol de barrio dio sus primeros pasos y ya siendo el arquero. Sus inicios en una institución se dio de suerte tras un partido amistoso entre el barrio y el ya desaparecido Club Salta. “Estaba yendo a lo de mi tía a cortar el pasto, yo andaba descalzo y en cuero, y me ven pasar justo por la cancha detrás de la escuela Comercio 1 y me invitan a jugar. Tenía 14 años y entré a jugar así como estaba y más en esa cancha sin pasto, con piedras y vidrios en el suelo”.
“Terminó el primer tiempo y me fui a lo de mi tía, no querían que me fuera pero igual me fui.Al tiempo los del club Salta que me habían visto jugar me invitaron a jugar ahí y me ficharon. Tuve un par de partidos en quinta, donde no llegaba ni con distancia al travesaño, jugué en sexta y unos partidos después empecé a jugar en primera”, recordó la Pepa de sus inicios en el club Salta que hacías las veces de local en la cancha de Ministerio.
El deporte lo llevó por distintas instituciones: club Salta, Don Bosco, Racing de Paraná, Universitario, Patronato, Belgrano, Sportivo Urquiza, Banfield. En todos dejó su huella, amistades y un cariño mutuo con su gente. Para Paulo, su mejor versión se vio en Belgrano, y luego en Sportivo y en Patronato.
La Pepa marcó una época en el fútbol paranaense desde el arco. Fue uno de los arqueros que pese al amateurismo trabajaba como un profesional con los recursos que tenían a mano. “En nuestra época teníamos lo justo para entrenar, un par de pelotas y la ropa de cada uno. Son muchas cosas que los pibes de hoy no conocen mucho porque tienen muchas más herramientas”.
La realidad del fútbol paranaense de los 80 y 90 era que los guardamentas no se caracterizaban mucho por su altura, sino que contaban con otras condiciones que suplantaron ese estereotipo de futbolista. “Nosotros hacíamos mucho pesas, sentadillas y de esa manera suplíamos con fuerza la falta de estatura. Tanto yo como la Pipa (Osoro) o la Mona (Ibarra) teníamos una buena fuerza de piernas y hasta el día de hoy tengo marcado el cuádriceps”.
“Hoy en el fútbol argentino se estilan arqueros que promedien el 1.93 de altura, pero para mi, en mi experiencia como entrenador y preparador, me gusta el prototipo de arquero de entre 1.80mt y 1.85mt”, señaló Sauthier que se ha desempeñado en varias instituciones paranaenses en la formación y preparación de arqueros.
Además reconoció que hoy el deporte cuenta con muchos factores que influyen en el juego y el desempeño. “Nosotros teníamos para jugar la pelota Tango, esa no se te iba nunca de las manos. Yo me caracterizaba por descolgar dentro del área chica y hasta en el borde del área grande. Hoy los chicos solo la ven pasar porque es difícil salir porque la pelota vuela. Los jugadores han perfeccionado tanto la pegada que si le calculas mal no llegás”.
“Antes el defensor tenía que mover el cuello para sacarla. Ahora van a cabecear con los ojos cerrados y la pelota le pega en la cabeza. Y entiendo a los arqueros que dicen que no salen y los defiendo porque no es fácil”, sostuvo.
LA CAMISETA AMARILLA DEL MONO MONTOYA
Pepa Sauthier supo disputar partidos de la Liga Paranaense con una camiseta amarilla que fue un regalo del “Mono” Navarro Montoya. “Me obsequió esa camiseta que tenía el Uno bordado y era de paño, además de unos guantes con unas manoplas especiales. Pero por desgracia me los robaron del auto”, recordó.
Su relación con el histórico arquero se dio “en el velorio del padre de Jorge Comas. Ahí nos conocimos, empezamos a charlar y quedamos en contacto”.
Entre sus pertenencias también supo tener una vincha de Hugo Gatti.